Son las ganas de gritar palabras al viento o simplemente plasmarlas en una roñoza hoja con un lápiz grafito, sólo para tener la certeza de que exististe alguna vez, un día, incluso una noche. De que caminaste a mi lado por esa avenida alfombrada con las hojas que iban desvistiendo los árboles y coloreaban nuestra tarde. De que tus manos acariciaron mi espalda, de que tus labios masajearon los míos. Que tus dedos entrelazaron los míos y tu cuerpo se amoldó al mío.
Son las ganas de decirte: te quiero.
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